lunes, 2 de septiembre de 2013

Vlog #2: Copyright, la nube y la madre que los p...



Ya os lo dije el otro día, había tenido un pequeño "disgusto"... En realidad en el vídeo se puede ver que no ha sido nada grave, naturalmente. Pero sí que me ha fastidiado lo suficiente para que haya gastado tiempo en grabar unos minutos contando lo que ha sucedido. ¿Y qué ha sucedido? Lo de casi siempre, en este mundo que vivimos: pez grande come a pez chico. O lo pretende. Voy a añadir algunos datos en texto a lo que comento en el vídeo, estad atentos.
Todo comenzó, como os cuento, con la llegada a mi bandeja de entrada de un misterioso correo electrónico cuyo asunto rezaba "notice of DMCA complaint". Como creador de contenidos (qué chulo suena eso, eh, el caso es poner nombres pijos a las cosas para dárselas de importante) os puedo asegurar que estoy acostumbrado a esta clase de avisos. Por mucho que uno se esfuerce en enlazar, mencionar y vincular todo lo que recojo por ahí para que nadie se cabree, en Youtube parece que hacen selecciones aleatorias de los vídeos, y de vez en cuando llegan avisos de este tipo. Avisos menos amenazadores, eso sí, pero que ocasionalmente me impiden incluir este o aquel vídeo entre los que pueden contener publicidad y, por lo tanto, aportarme cierto beneficio económico. Por si alguno lo duda, el beneficio es mínimo, aunque no creo que sea necesario decirlo. Pero lo hay, de forma que tengo que andar con mucho cuidado con qué material utilizo para crear los vídeos, y cómo lo utilizo.
El caso es que el correo no era de Youtube, si no de Dropbox. Con el consiguiente WTF en los labios me fui a abrir el mensaje, que era algo como lo que sigue:




Todo esto lo hago con el sencillo ánimo de comprobar hasta dónde llegan las agallas de empresas como LionsGate a la hora de ejercer la persecución sobre cualquiera que consideren oportuno, amparados por leyes injustas como la norteamericana DMCA. Ley que, por cierto, a mi como español no debería afectarme pero... mis archivos están colgados en Dropbox, que, en efecto, es useña. Mala suerte. Yo no estoy sujeto a la ley yanqui, pero mis archivos sí lo están. 
De momento, y a título práctico, todos los enlaces que he puesto en mi blog y que remiten a ficheros descargables están clausurados. Los voy a dejar unos días activos por si acaso la gente de este servicio decide perdonarme la vida, aunque no albergo muchas esperanzas. En cuanto a los archivos de estilos para Darktable, que constituyen la mayoría de ficheros que he distribuido públicamente, están en la wiki de Darktable, así que podéis pasaros por ahí, porque ahí seguirán.
Otra cosa interesante es lo de LionsGate. Repasemos el caso: yo subo a Dropbox un archivo que sirve para imitar un procesado fotográfico de la aplicación Instagram. Esta última aplicación, por cierto, pertenece a Facebook, por si alguien no se ha enterado. Entonces... ¿Qué demonios pinta Lionsgate en todo esto? He removido Roma con Santiago (en términos actuales, en buscado en Google un buen rato) intentado averiguar qué tiene que ver una compañía audiovisual canadiense con Facebook y/o Instagram, sin éxito. A no ser que alguno de vosotros me ilumine con el dato que me falta, no logro encontrar el interés que puede tener esta compañía con eliminar el dichoso ficherito. Misterios de nuestro tiempo. Lo máximo que he encontrado es, entre otros, un jaleo que la susodicha LionsGate tuvo a cuenta de ciertos contenidos aparecidos en... Youtube. Vamos, que me puedo ir dando por muerto. Internáuticamente hablando, se entiende. 
En resumen, todo esto de los derechos de autor es un asunto completamente prostituido. De lo que en su día fue la única manera de proteger a los autores del plagio de sus obras, hemos pasado a una selva donde el principal entretenimiento de los superdepredadores es masticar ratoncitos para merendar. 
En cuanto a Dropbox, no es la primera vez que lo menciono en el blog, y no para bien, precisamente. Y aunque creo que en este caso este servicio no tiene culpa de nada (imagino que tendrán que andar con pies de plomo con la DMCA siempre de por medio), por mi ya es suficiente. Ah, y otra cosa graciosa: aunque ahora parece que los archivos ya pueden descargarse, durante todo el fin de semana aparecía un mensaje muy curioso si hacías clic sobre ellos en el blog: Dropbox advertía de que el archivo no se podía bajar debido al elevado número de peticiones. Mentira cochina. Por suerte, este blog lo sigue muy poca gente, y digo por suerte porque me consta por los comentarios que la gente que lo sigue es inteligente. Así que, Dropbox, en serio, no mientas: No se podía bajar el archivo porque ensucias los pantalones cada vez que un grandullón te menta la DMCA. 
Y dicho esto, voy a reutilizar una imagen, que ya usé en su día para hablar de Dropbox. Así le damos un colofón elegante:

Esto para Dropbox, Instagram, Lionsgate y demás buitrerío internáutico

PD. Quiero agradecer a José Carlos García Sogo (que colabora en el desarrollo de Darktable) por su amable respuesta al comunicarle el suceso. Espero que esta movida no tenga consecuencias para nuestro revelador fotográfico de cabecera, entonces os prometo que me cabrearía en serio... 
PPD. ¿Estoy más guapo con pelo, no? Lo digo porque ya me molesta el flequillo, y al ver la foto me he acordado de lo cómodo que estaba hecho una bola de billar.

ACTUALIZACIÓN
De nuevo tengo que agradecer a José Carlos por su aportación, en este caso para resolver (con casi total seguridad) el misterio de Lionsgate... resulta que Nashville es el nombre de una serie de televisión de dicha productora. Lo cual me lleva a reflexionar... el dichoso archivo se llamaba nashville.dtstyle. Imagino que algún algoritmo detectó automáticamente dicho nombre y los de la proudctora levantaron las orejas de inmediato. Bien, si las empresas son capaces de montar pifostios como este por un fichero que no tiene ni remotamente que ver con su producto (ya me diréis qué tiene que ver un fichero  de estilo con una puta puñetera serie de televisión de la que ni siquiera había oído hablar), entonces es que definitivamente nos hemos vuelto todos locos.
Al final el asunto es todavía más gracioso de lo que parecía... reitero lo dicho: bye, bye, Dropbox. 


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